A veces vivo en un mundo, mi mundo. Un lugar en el que no tengo que preocuparme por encontrar la ropa adecuada para ir a la graduación. Un mundo en el que no tengo que preocuparme por usar pendientes, maquillarme o arreglarme el cabello. Un mundo donde no tengo sueños, porque todo lo que necesito o quiero tengo.
En ocasiones me gusta perderme entre ríos claros y amaneceres en la playa. En ese mundo veo quemar un muñeco de paja y ropas viejas a las 12 de la noche del 31 de diciembre, donde camino de la mano cada noche en la playa y donde veo amanecer desde una cama en medio de una montaña.
En ese mundo perfecto no tengo que preocuparme de si estoy demasiado gorda, de si no soy lo suficientemente buena escribiendo, de si tengo faltas de ortografía, de si no puedo conservar amigos o de si no soy lo suficientemente buena como para que alguien me quiera.
En ese lugar escapo de la realidad durante 8 horas cada día, ese lugar son mis sueños, el único sitio en el que puedo ser yo sin importar lo que pase, porque tarde o temprano tendré que despertar.
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