Me miraba como un pequeño capitán de barco.
Me sonreía como un comandante en plena guerra.
Me tocaba como Lancelot a Ginebra, a escondidas.
Me besaba como si solo quedaran tres bocanadas de aire.
Y yo, yo le abrazaba porque sabia que se iría, algún día.
Yo le buscaba como si se me fuera a escapar de entre los brazos.
Sin embargo, sigue aquí...enseñándome que mi cuerpo es el cementerio donde su boca quiere morir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario