Diarios de la noche
Mar:
A ti, a quien milenios enteros he visto desde mi fría lejanía, imploro un minuto de atención. Centenares de años llevo planeando confesarte lo que siento, y creo que al fin ha llegado ese momento.
Nuestra historia jamás tuvo inicio. Somos tan antiguos como el mismo mundo, nuestro tiempo es incontable, por lo tanto es inútil seguir esperando.
Soy yo, la compañera eterna de tus noches, quien hoy viene buscando una gota de amor, no creo que pida mucho, aun así, quiero emocionarte con cada suspiro de este loco y agitado corazón.
Soy tan antigua que no puedo recordar mi edad, pero sí sé que siempre he estado sola, completamente sola, aunque rodeada de cientos de iguales. Vivo en las lejanías del propio destino, más allá del fuego del infierno o de la divina gracia del reino de los cielos.
Aun así, desde que apareciste, con la liquides de tus aguas, su olor saleroso y el fluir del aire por tu cuerpo tan sensual como un ángel de la perdición, no puedo esperar a que anochezca.
Sé muy bien que no lo notas, pero cada noche me cubro con el manto de estrellas más brillantes de mi propio firmamento para contemplarme en tus ojos de lata.
Espero ansiosa día tras día a que el sol desaparezca para pasar esas horas contemplando el color oscuro que baña tus aguas y mi propio reflejo en ti.
A veces incluso pienso que reparas en mí, que me envías susurros en el viento como si este amor prohibido tuviese sentido alguno.
Hoy, sencillamente, siento una ansiedad que me asfixia al saber que yo estoy aquí compartiéndote por las mañanas con todas las bellezas humanas y celestiales. ¡Son celos! Algo tan absurdo para alguien como yo, insegura estoy al pensar que nunca serás mío. Por eso, en esta noche eterna, quiero preguntarte si sientes la increíble necesidad de volverte humano para compartir por un segundo un beso prohibido. Yo dejaría todo por tener brazos para acariciar tu frescura por las mañanas. Necesito saber si tu necesidad de mí es tanta como la mía propia.
Somos dos seres eternos que comparten, tal vez, sueños en sintonía, sueños que no podemos compartir porque somos polos totalmente opuestos. Extraño es que tú seas lo único capaz de ponerme nerviosa a pesar de todos mis años.
Ayer mientras esperaba el ocaso sollocé desesperadamente deseando ser fuego para enseñarte que este amor pondría fortalecernos en vez de destruirnos.
Oficialmente te informo que te amo, y además que este amor milenario nunca va a desvanecerse que te encontraré de una forma u otra porque cuando no estás, cuando me voy, es cuando más te quiero.
Quiero incitarte a vivir esta locura, oh, eterno compañero de mis noches, si esto es un error cometámoslo juntos, ahora y siempre.
Por último amor de mis amores, quiero decirte que espero tu respuesta. Te envío esta noche un soplo de viento en un estrella fugaz, mándame, además, una mirada de esas que me das cuando estoy totalmente redonda y rozagante, pálida y perpetua, por y para ti.
Siempre,
Luna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario